cuento
Estaba sentada en la barra relojeando al mozo.
Con una birra en una mano, y una birome en la otra.
Cuando el mozo al fin la miró, ella corrió la mirada.
Y se puso a dibujar sobre la barra.
Presionó la birome con fuerza intentando marcar las letras en la madera.
Estuvo varios minutos haciendo esto.
Sus dedos ya estaban un poco colorados, asique aflojó la mano y volvió a levantar la cabeza hacia adelante.
Sus ojos volvieron al mozo, que aunque estuviera ocupado abriendo unas cervezas en una de las mesas, se tomó un segundo para mirarla a ella.
Lanzarle una mirada de incógnita.
Probablemente para él, ella representaba una especie de extraño personaje.
Sola en la barra, dibujando la madera
luciendo sus tatuajes, tomando bruscamente de la botella.
Intentó adivinar su nombre.
Pero ninguno encajaba exactamente con su perfil.
Ninguno que él pudiera imaginar. Ninguno que él conociera.
Ella volvió la mirada hacia abajo, como si ya se hubiera cansado de observarlo.
Él continuó sirviendo la mesa, como intentando sacarse los deberes de encima, para continuar hacia otra cosa.
Pronto continuó.
Se acerco a la chica de los tatuajes.
Se paró muy cerca de ella, sin hablarle.
La miró sin disimular, fijamente.
Ella lo ignoró. Había vuelto a sus letras en la madera.
El mozo miró curioso.
Leyó: "Nina"
La miró sonriendo, pero casi asombrado.
El asombro no desbordaba de su mirada, pero yo sé que ahí estaba.
Ella apoyó la botella de cerveza ya terminada en la barra.
La distancia entre ellos era casi imperceptible.
Dependiendo del ángulo en que se lo mire, obvio.
Lo besó.
Y se fue.
Un cliente llamó al mozo, haciendo una seña con la mano.
Y él se apresuró a atenderlo.
Con una birra en una mano, y una birome en la otra.
Cuando el mozo al fin la miró, ella corrió la mirada.
Y se puso a dibujar sobre la barra.
Presionó la birome con fuerza intentando marcar las letras en la madera.
Estuvo varios minutos haciendo esto.
Sus dedos ya estaban un poco colorados, asique aflojó la mano y volvió a levantar la cabeza hacia adelante.
Sus ojos volvieron al mozo, que aunque estuviera ocupado abriendo unas cervezas en una de las mesas, se tomó un segundo para mirarla a ella.
Lanzarle una mirada de incógnita.
Probablemente para él, ella representaba una especie de extraño personaje.
Sola en la barra, dibujando la madera
luciendo sus tatuajes, tomando bruscamente de la botella.
Intentó adivinar su nombre.
Pero ninguno encajaba exactamente con su perfil.
Ninguno que él pudiera imaginar. Ninguno que él conociera.
Ella volvió la mirada hacia abajo, como si ya se hubiera cansado de observarlo.
Él continuó sirviendo la mesa, como intentando sacarse los deberes de encima, para continuar hacia otra cosa.
Pronto continuó.
Se acerco a la chica de los tatuajes.
Se paró muy cerca de ella, sin hablarle.
La miró sin disimular, fijamente.
Ella lo ignoró. Había vuelto a sus letras en la madera.
El mozo miró curioso.
Leyó: "Nina"
La miró sonriendo, pero casi asombrado.
El asombro no desbordaba de su mirada, pero yo sé que ahí estaba.
Ella apoyó la botella de cerveza ya terminada en la barra.
La distancia entre ellos era casi imperceptible.
Dependiendo del ángulo en que se lo mire, obvio.
Lo besó.
Y se fue.
Un cliente llamó al mozo, haciendo una seña con la mano.
Y él se apresuró a atenderlo.
jueves, agosto 13, 2009
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