Surrealismo
Lo esponjoso de tus besos me remite a una tarde de verano en el espacio. Como cuando éramos chicos y saltábamos de esa terraza de ladrillos anaranjados y corríamos por el bosque, robando frambuesas. Mi mente se dispersa en una ola de mar liviano que acaricia mis inviernos mentales que me alcanzan a tu casa y me abriga tu chocolate.
Sed de un amor vampiro, cuando nada es igual que antes, tan distinto a todo, tan parecido a ellos.
Extraño su mano cálida y de años sabios que acompañaron mi nacer, e incluso mis 20 años.
Las vueltas que da el anillo azul sobre la mesa. La carta que releo en el colectivo. La música que salva nuestro planeta. Dulce de leche en tu voz, y un café extrañamente acogedor, con compañía roquera y miles de confesiones.
El bosque esconde la piedra volcánica enterrada hace años, pero descubierta en nuestras mentes, que tan lejos duermen una de otra. El manto sagrado, la canción, la niñez.
Una letra que cuesta escribir, y aprender a los 3, que la amistad de a 6 es la mejor.
Con acento neoyorquino y acordes ridículos de una guitarra en un café.
Vuelo por el tiempo como el agua, bailando sobre una mesa con el control remoto en mi mano y un tatuaje en mi tobillo.
Grito fuerte, para sacarlo de adentro.
Le pego al piso, lo golpeo. Y me duermo.
El fuego me quema la mano, estaré convirtiéndome? Que mi ángel del presente me salve con un beso. Que succione el veneno.
Gris, escocés, y mi nombre. Los años que pasamos siendo 60 ya están enterrados dulcemente bajo una planta de flores blancas.
Garabatos en un cuaderno me traen el olor a esos lápices de colores que marcaron la pureza de una amistad traicionada. El sabor de una manzana que mata, el engaño de una mirada que encandila.
Ni yo lo sé. Tus preguntas escapan como la arena entre los dedos del ser más hermoso del mundo. Suena el teléfono y con su ternura desespera la espera de esta mañana.
Su manera de temblar le da paz a mis ansias, cuando en mis sueños conozco su voz en estado normal, y lo saludo con un beso en la mejilla.
La saturación de su suelo me hizo reír por momentos. Y la negrura de su cultura combinó sus colores para hacerme volver a mi tierra.
Plateadas mañanas que regalaron melodías armónicas con harmónicas. Miradas tentativas de años curiosos que desearon conocerme pero en cambio optaron por ignorarme.
Al atardecer me busca un rato, cerca del río. El viento me empuja hacia tu cara y me sentís. Ahora. Por qué?
Recuerdo ese día en que conocí el arte. Anteojos oscuros, sonidos extraños, libros por todos lados. Aromas salvajes, y algunos no tanto. Empandas de queso y argentinidad al palo.
A mi lado el hombre que fuiste cuando eras niño. Siempre ahí. Todo lo que aprendiste.
El tiempo se mezcla en las letras aburridas de una empleada. Y decora un espacio vacío.
Cultivamos preguntas y nos olvidamos de darle razones. Nos creemos sabios y somos tan jóvenes.
Siguen los maestros que nos guían por la historia. Presentes en el camino que elegimos. No tanto. Pero las casualidades no existen. En cambio me empujan. Hacia adentro. Y yo hacia fuera. Con una foto. O un tatuaje.
Me veo un poco más fría. Frente al espejo, o en el reflejo del sol. Me veo en tu bandeja de plata. Del 1800.
Me corta la circulación. Pensarte me ahorca.
Voy a recuperar mi año pasado solo en una tarjeta. Voy a verte una vez más para recordar cuan lejos puedo estar de tu lado. Y el cielo traerá un color. El que me salve de mis recuerdos.
Cambio de estado. Del 10 al 5. O tal vez no tan específicamente. No lo sé aún. No lo sé todo. Invento tristezas, me encuentro en las mías, te salvo de ellas, y uso mi arma para congelarte en esa expresión tan tuya.
Nunca tuve tiempo para no pensar.
Nunca probé el oro de tu cuerpo.
Pasan las horas y el miedo es siempre el mismo. Las cosas no cambian. Nunca cambian.
Lo deseo igualmente. Lo deseo tanto.
Absorbo tu maldita energía, y me suicido. Porque así lo quise.
En cambio, me salva alguien que aparece de repente.
Un rojo potente aparece de la nada. En un segundo tiñe el viento. Se congela el universo, y el paseo lo damos solos, bajo un azul intenso.
No quieres venir conmigo y sentir mis huesos? Cambia alegremente la melodía de las palabras. Pide un deseo, y lo cumple ella misma. Por todo lo que alguna vez le prometió a su mejor amiga. Nunca sabrá que hacer con esas respuestas. Pero la sabiduría en su nombre la lleva devuelta a una Grecia antigua y teatral.
El sombrío callejón no la asusta. Ni siquiera ese idioma desconocido y esos ojos oscuros.
Un sorbo de agua, un bocado de pan. Un poco de aire. Y de nuevo a esperar.
Podrás leer mi mente algún día?
Tras la montaña están tus sueños. De volver a enseñar con la nieve en el bolsillo, y los 90 en el tiempo. Cuando creías que nada era posible, saltaste del asiento sorprendida por la luz de la luna que molestaba tus ojos. Y era posible... que fuera tan hermoso.
Dejó atrás ese desayuno asqueroso, y viajó con el naranja de esa luna a encontrar su hogar en otro lado. Lo encontró. En mil lugares más. Pero eran demasiado pocos. Luego decidió escribir una historia. Y me la contó de muchas maneras distintas.
Y había pasado tanto tiempo. Y tantas cosas. Que ni lo pude creer.
La acusé de mentirme. No podía ser así. No era racional. Se quedó sentada esperando en el andén.
Miré al cielo como quien busca el sentido. Cuando todo se apagó, todavia no era demsiado tarde. Besé su mano tibia de tantos años, y me escapé de la oscuridad.
martes, enero 20, 2009
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