El último fin de semana largo del año.

Despacito la luz en los ojos, el movimiento del tren en las pestañas, en el viento que entra por la ventanilla. El verano que no se asienta en tu piel, me contaste, a la mañana, entre budín de chocolate y jugo de naranja tucumano. La simpleza en las manos, una caricia, y los parlantes no están, pero acá hay música. Me mirás hasta lo más profundo de mí, en silencio, esa clase de silencio que sí te gusta. Surgen tantas cosas que decir, pero mejor no decir nada, en ese segundo, de silencio perfecto. Ojos de agua a punto de desbordar de sensaciones. El atardecer está tan insuperablemente naranja... entonces los ojos se te ponen verdes. Pero vos brillas siempre igual. Nos contamos algunos secretos, increíble que todavía haya secretos que contar. Entre las sábanas te miro como la primera vez te ví, y te vuelvo a encontrar. Esa noche sentí que te estaba buscando. Que nos estábamos buscando. Ya lo dije muchas veces?
Nunca nadie me fascinó tanto. Eso nunca lo dije.

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