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El lecho de un montón de flores rojas, la vereda.
Arrancadas del árbol por la primavera y sus temporales.
Me desbordan las palabras como los días de mi propio tiempo.
La muerte de las flores como la tendencia suicida de las hojas de Alejandra, en otoño, en París.
Creo que ya nunca voy a sacar de mi inconsciente su pasión venenosa por los libros.
Y sus ganas de morir.
El sol se destapa de a ratitos. Sube la temperatura, vuelve a bajar.
La estación de tren es ese lugar donde hoy me podría quedar.
Y pasar el día completo descubriendo la única verdad, como si fuese el lugar donde elige revelarse.
Qué es esto de esperar?
Llega el tren, y lo lamento tanto.
Recién empiezo a enamorarme de Roberto Bolaño.

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