Temperatura color

Un chico con el pelo tan rojo como el tapizado de los asientos del tren. Me pregunto si sus ojos serán claros y sus pestañas naranjas... Lleva la ilusión de la revolución en su remera de Jimi Hendrix, y camina hacia el parque. Si le sacara una foto ahora, no habría más colores que el amarillo de los caminos, el pasto y los faroles; y el rojo de su pelo. Se sienta en un banco como a esperar a alguien, pero en realidad se espera a sí mismo. Busca en sus zapatillas alguna respuesta, de esas que buscamos todos en algún lado (ya sea en la luna, o en las estrellas, o en la rueda de una bicicleta, o en los jazmines del jardín... en las tapas de los discos o en las llaves que cuelgan del ganchito en la pared del comedor. Yo a veces las busco en mis cámaras, o en mi gata, o en mis anillos de plata, tocándolos uno a uno con los dedos de la otra mano, solo buscando... o en las canciones superficiales, como si escondieran lo que las canciones profundas no revelan) de esas que ninguno de nosotros vio llegar nunca.
Desde lejos puedo verlo ver el tiempo plateado pasando a su lado, y a través de él, y arrastrándolo inevitablemente con toda su fuerza, tan fuerte como el agua (alguna vez en el colegio alguien me dijo que nada tenía más fuerza que el agua) Lo observa sin mirar. Le teme, le escapa, pensando. Cuenta los segundos en silencio, envuelto en amarillo, y en la brisa, y en el verano; y llora cada uno en una lágrima. Y yo comienzo a llorar.
Es tan hermoso su pelo rojo, y su esperar. Es tan real.
Alguien me ve de lejos, sentada en uno de los bancos del parque, buscando alguna respuesta en el chico de pelo rojo. Pareciera que espero a alguien, pero en realidad solo me espero a mí misma. Ve el tiempo plateado, y ve su fuerza de agua, y ve sus manos, y sus pasos, y a alguien atrás, observando.

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