Ritual

Una expresión desgarradora en su rostro mientras gritaba la letra de un tema apasionado. Tan de barrio que ilumina los ojos del más humilde argentino. A contraluz de esos trapos iluminados, lloraron la despedida miles de almas heladas. La lluvia marcaba tristeza en el ambiente, y el entusiasmo calentaba las manos entumecidas por el frió. Con los ojos cerrados, muchos disfrutaban por ultima vez de ese ritual tan esperado, mientras que otros saltaban para poder ver a lo lejos, la presencia de quienes musicalizaron su vida durante 20 años.

20 años. Años que culminan en una reunión multitudinaria que emana energía positiva y mucha, mucha música, música argentina.

Que emoción el presenciar tanta pasión.

Con el cero girando alrededor, y las rondas de amigos momentáneos bailando en el espacio inexistente de un campo apretado, pasaron 3 horas y media de una fiesta inolvidable.

Miles de imágenes se impregnaron en mi memoria esa noche. Tantas como entradas vendidas. Tantas como manos extendidas saludando de manera especial, marcando la escencia de ese mágico ritual.

Las palabras a veces no sirven, pero una melodía puede más que eso. Un tatuaje azul en la voz azul, siempre con nosotros. Ahora que no hay canción, toda la luna cabe en mi.

Vi miradas que no había visto en mi vida. Fieles seguidores de himnos barriales y banderas agitadas al ritmo de la liberación musical que esos himnos producen. Vi lágrimas caer por comprensión. Por saber agradecer la entrega que nos acompañó durante años, y entender que ahora es tiempo de dedicarse a uno. A ellos.

Vi fotos escaparse delante de mis ojos. Como rebeldes imágenes que no quieren ser capturadas. Como libres fantasmas de vidas pasadas. Como momentos con vida propia, inmortales, e inmunes a los disparos.

Algún día seré de capaz de matarlos. Pero antes que eso me preguntaré 65 mil veces, si realmente debo hacerlo. O es mejor que sean libres eternamente?



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