[la vez que les quisimos tirar pimienta]

El contraste de las baldosas amarillentas con mi vestido corto azul, y los años de esas fiestas entre amigos con las actuales de reencuentros, viajaba por las calles de Belgrano en una navidad calurosa de verano. Siempre es verano en navidad.
Nos sentamos a sobrecenar medialunas, entre la casa y el kiosko...
nos dedicábamos a hablar de chicos y de besos, pasados y futuros.
Nos interrumpió una cámara filmadora, tan sarcástica como la mente detrás de esos lentes de cineasta, y un personaje atípico que pronto desataría mis carcajadas.
Hablamos de límites en centímetros cuadrados de distancia, y coqueteamos con las idas y venidas a una casa vacía, en sus propuestas semi-indecentes.
En sus planes vimos una película, los cuatro tirados en un sillón.
Cada uno de esos 4 sabe como continúa su propia escena.
La mía tenia paredes blancas, por alguna razón; marcos franceses y ventanales a la calle. Había timidez en el aire y unas botellas de coca cola en la mesita donde apoyabamos todos los pies. Que ingenua es mi historia sin final.
Nos quedamos sentados por horas, memorizando nuestras vestimentas y analizándo nuestros coeficientes intelectuales.
Con preguntas ácidas nos pusimos a prueba. Y con miradas obvias, nos comimos la boca.

No creían que podían conversar con nosotras sobre religión, política o esas cosas...
pero nos interceptaron por nuestra vulnerabilidad femenina en una calle desierta, oscura y porteña.
Con las intenciones tan neutras como azarosas.
Se miraban entre ellos con el misterio que trae consigo todo lo desconocido, y jugaban con las sombras de la calle en un interrogatorio adolescente tan dulce como sus pocos años de sarcasmo.

Me reí tanto que no pude comer más medialunas.
Que estupidez eso de no hablar con extraños...

Brindamos hipócritamente a una noche especial por sus acontecimientos.
Una budista, un judío y dos ateos.
Feliz navidad
(???)

0 Ponycomentarios:

Archivo