En el presente de días como hoy.

Mis párpados pesan por la inercia de noches atrás. Esas que vengo arrastrando de tanto querer mirarle los ojos.
Me nubla una bola pesada de aburrimiento, cuando el día es aún temprano, y podría disfrutarlo tanto.
Estancada en las cuatro paredes de una fría oficina, con el aire acondicionado salvándome del verano, y un alfajor en la heladera a medio comer, me sumerjo en letras que desquitan un poco mis ganas de decir.
No tengo luz en mi tiempo para buenas fotos.
Mi encierro me limita, a imaginarme besos de un rato atrás, o a pensarlos en futuro para calmar mis ansias de más.
No puedo disimular mi improductividad ni siquiera con un buen libro.
Giro el monitor y escribo, con cara de respondedora de mails, evitando sincerarme demasiado ni dejar algo guardado.
Me invade la necesidad de dormir unas horas. Y se que cada minuto que paso acá, es un minuto menos de ese sueño que podría recuperar.
Me quedo dormida en la silla. Frente a un monitor que únicamente me da noticias de ausencia.
Pero espero... espero algo que me mantenga despierta. De vez en cuando abro los ojos y busco, si ahora hay algo... pero no.
Desde hace mucho es así. No hay nada ahí.

Planeo escapes a plateas o campos. Si es campo, mejor.
Sueño con viajes. No voy a volver a decir con cual en especial.
Una harmónica me vuela la cabeza. Bajo la lluvia y con un aire húmedo de mar.
Sigue sobre mi, aunque en estos Buenos Aires, el mar no esté tan presente.
La verdad es que me asusta volver, pero me deja tranquila.
Como ya dije antes, volver a conocerlos, y a tenerlos en mi vida. Animarme a más, o simplemente a otras cosas.
Disfrutar de todo lo que no disfruto ahora. Volver a disfrutar todo lo que valoro ahora.
Amo la tierra.

Ser-humano.

(esa es la simple conclusión que acabo de sacar, luego de 10 horas de dejar que mi cabeza navegara por lugares aburridos.)

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