Balance (1)

Se termina el año pero Diciembre llegó con sabor a comienzo.
Los meses pasaron como multiplicados entre sí; más rápido de lo normal pero extendidos e insaciables. Colmados de cambios y relatividad que me hacen sentir que tuve 19, 5 años atrás.
Pasaron de manera fugaz, amigos que no saludaron cariñosamente al partir, ni se sintieron en casa, el poco tiempo que utilizaron vagamente mis hermosas costumbres argentinas. Les había regalado mates, secretos y maneras de festejar el 20 de julio, pero desinteresadamente contestaron con actitudes que, entre líneas, solo expresaban que jamás se entregarían del todo.
No cambié de lugar mi confianza. La mantuve depositada en las personas de siempre, las que nunca fallan, las más tangibles y reales.
A falta de ambiente creativo y social, hay plasmas en las paredes de una sala de estar concheta en pleno palermo.
Los mejores besos de mi vida en un año que vale por 5, pero se vió escaso de dramas e historias de amor. Faltó mar, en un año que visité la costa 4 veces distintas para saber con quien me gustaría irme de vacaciones, y con quien no.
Comí mucho en McDonalds este año, y planeé demasiadas veces ir al gimnasio, pero nunca me anoté.
Como arena entre los dedos se me escapa el tiempo que me hace sentir paranoica. Pero ese tiempo me trajo poesías y filosofía. Y compañias que me inspiran y me hacen sonreír.
Fue un año de gente. De arte personificada en cada persona que conocí. miradas raras que aún quiero fotografiar. Escuché risas contagiosas, sobre todo una en particular.
Fue un año marcado por el año que dejó atrás. Cargado de melancolías y momentos que recuerdo y extraño, pero a los que no volvería. Quiero a partir de ahora generarlos hacia adelante, no más hacia atrás. Prometo recrear los que no quiero olvidar y vivir versiones modernas de días y noches felices entre amigos y amores.
Conocí el color de mi esencia y eso cambió mi manera de ver todo. Fue el año más azul de mi historia, y el azul vino para quedarse. Ese sabor a comienzo de este Diciembre, si tiene también color, definitivamente es azul.
De a poco descubrí que me fascina la historia de la música. Este año lloré al repetir la huida de este mundo de un epiléptico Ian Curtis, varias veces, con un rostro diferente cada una de ellas, pero la misma luz en sus canciones espáticas, nerviosas y llenas de dolor de amor, que te aprietan el alma al escucharlas y más aún, al saber que él no pudo soportarlo.
Descubrí sobre mí misma que duermo profundamente escuchando Bob Dylan. Que esa armónica hipnotizante me traslada a algún lugar más pacífico que mi cama y esa guitarra acústica genera el clima ideal para cerrar los jos y morir por un rato en su ritmo.
También varias caras de un Bob Dylan menos musical que el de la vida real pero que le dió un protagonista a una de las mejores películas del año. Película que enmarcó una de las peores salidas de mi año pero eso no le quita su cualidad de obra de arte, que abrió mis oídos a nueva música, y mis ojos a nuevo cine.
Tengo pendiente para el 2009 cnseguir el documental de Tom Petty and the Heartbreakers, tra discografía que musicalizó este año tan extraño.
Un Tony setentoso me mostró el recorrido under del punk de esa época. Tan intrigante y misterioso como poco melodico y de fuerte personalidad. Una pasión por la industria que probablemente hoy en dia no exista en ningun lado, y haga mucha falta.
Vi treintañeros cntemòráneos imitar los pasitos roboticos de Ian en escena. Y bailé todos los sabados, conmemorando su ausencia, canciones de New Order. No hay un solo sábado que no recuerde quiénes fueron primero.

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